El nekomata de Kozushima

«¡Pluto!, ¡Superman!» gritábamos mi hermano y yo para que vinieran el perro y el gato a comer los restos de la cena. Pluto, el perro, siempre subía las escaleras a toda velocidad, comía con prisa moviendo la cola de lado a lado y al terminar se dejaba acariciar. Superman, aparecía cuando le daba la gana y solo se ponía cariñoso en raras ocasiones.

Una noche, mi hermano le fue a dar una raspa de pescado a Superman. Antes de que la dejara caer al suelo Superman sacó las uñas y arañó con furia la mano de mi hermano. No le hizo daño pero mi hermano terminó llorando. Yo me di tanto susto, que desde aquella noche de verano de los años 80 no he vuelto a confiar en los gatos.

25 años más tarde, después de disfrutar de una barbacoa bajo la luz de la Luna en una pequeña isla en el océano Pacífico llamada Kozushima 神津島, me alejé del grupo para ir a tirar algunos restos de basura.

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Cuando me acerqué al contenedor de basura dos ojos brillaron en la oscuridad. No se movía, pero con la mirada seguía la bolsa con restos de pescado que llevaba en la mano. Mis ojos se adaptaron a la oscuridad de la zona y pude ver su silueta, era un gato enorme con cara de pocos amigos. Tenía pinta de ser un gato salvaje que vivía en el bosque que separaba nuestro campamento de la orilla del mar. Se me aceleró el pulso y con un movimiento rápido tiré la basura al contenedor. El gato salvaje se asustó y salió corriendo a toda velocidad escondiéndose en los matorrales.

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Los nekomata 猫又 (neko es «gato» en japonés) son uno de los muchos tipos youkai 妖怪 (criaturas mitológicas del folklore japonés). Un nekomata es como un gato normal pero tiene dos colas. Según la leyenda cuando un gato se hace viejo al final le crecen dos colas y se transforma en nekomata, la única forma de evitar que esto suceda es cortándole la cola.

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Nekomata atacando en una obra de Shigeru Mizuki

Los nekomata se esconden durante el día en los bosques y por la noche se acercan a los pueblos usando sus superpoderes para atrapar y comer seres humanos. Además de ser fuertes y capaces de derribar a un samurai también pueden engañar hablando como seres humanos o utilizando sus poderes necrománticos para tomar el control de otros cuerpos. Dice la leyenda que cuanto peor trate una familia a su gato, más cruel será este con ellos cuando se convierta en nekomata al hacerse viejo.

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Este es uno de los ukiyo-e de una novela gráfica (Precursora del manga) publicada a mediados del siglo XIX en el que el enemigo en la historia es un nekomata

Me desperté con un sobresalto de muerte al sentir como un animal estaba hurgando justo a la altura de mi cabeza por fuera de la tienda de campaña. Oscuridad total, no veía nada. Asumí que era el gato que se me quedó mirando cuando fui a tirar la basura horas antes. «¡Un gato, un gato!» grité dando golpes a la pared de la tienda de campaña para espantarlo hasta que salió corriendo. Carlos y Gami se despertaron con mis gritos y me tomaron por loco. Pasado el susto, ellos se fueron a sacar fotos del amanecer a la playa, a pesar de estar alterado yo volví a caer dormido.

Por la mañana, al salir a la luz del Sol, tanto la mirada del gato al ir a tirar la basura como la visita del animal misterioso a nuestro campamento a las cinco de la madrugada habían quedado difuminadas en mi memoria entremezclándose con mis sueños. Aun con legañas en los ojos, me acerqué a la zona de los baños y me encontré con esta roca con un dibujo de un gato con dos colas atacando a un pez. ¡Un nekomata!

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Junto a esta roca con un enorme nekomata, leí un cartel que contaba el siguiente cuento:

«Hace mucho tiempo, un nekomata vivía aquí en Kozushima. Cada día, al oler el pescado llegar al puerto, aterrorizaba a los locales robándoles la pesca. Un día, un bravo pescador decidió enfrentarse al maldito gato de dos colas. El pescador fue tirando pescados formando un camino para atraer al nekomata acercándole poco a poco a una estatua Jizo (Budista). Cuando las miradas del Nekomata y la estatua Jizo se encontraron, los ojos de la Jizo brillaron y el Nekomata se asustó tanto que nunca volvió a molestar a los pescadores.»

¿Quién hurgó en nuestra tienda de campaña aquella noche en Kozushima? ¿Fue mi imaginación, el gato montés que vi esconderse en los matorrales o el nekomata del cuento del pescador?

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10 respuestas a «El nekomata de Kozushima»

  1. Eres un ser humano, cualquier «ser» debe temerte a ti mil millones de veces más de lo que tú a él. No porque en un hipotético combate tú le vencieses, sino porque si no lo haces otros humanos vendrán y no quedará nada.

    Comentario constructivo ahora: ¿Cuánto sake tomaste? jaja, a mi no me gustan los gatos, son muy desagradecidos. Lo más probable es que sea un gato montés aunque si se lo cuentas a alguien más anciano lo mismo es el nekomata.

    Al menos seguramente te lo pasaste bomba en la excursión jaja

  2. Yo ví hace años una película japonesa en que una madre y su hija se transformaban en gatos para matar a los huéspedes de su ryokan y beber su sangre. No me fijé si tenían dos colas o una. Otra cosa: no encuentro el artículo donde hablabas de la «manía» japonesa con el nº 4. Era para comentarte que los italianos tienen una exactamente igual con el nº 17 que en números romanos es XVII, un anagrama de VIXI (he vivido, o sea, estoy muerto, en latín). Ni siquiera los aviones de Alitalia tienen fila 17. Como ves, en todas partes cuecen habas, no sólo en Japón

  3. Ya cuido y respeto a los míos. Pero a partir de ahora les haré la pelota. El macho es más grande que yo. No vaya a ser que se convierta en un Nekomata.

  4. Buenas 😉
    Ami eso del nekomata me recuerda a una serie que vi hace tiempo, Ayakashi Japanese Classic Horror, donde en la última historia salía un «demonio» en forma de gato. Quizás está relacionado con estos «gatitos enfadados».

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