De buena mañana marchamos hacia el Palacio de Verano. Son unos jardines enormes, con un gran lago donde iba el emperador en verano para estar más fresquito. Para ir hasta allí, nada mejor que un taxi que en media horita nos llevo hasta nuestro destino por poco más de un euro en total. Eso sí, fue algo complicado explicarle al taxista donde queríamos ir.

Uno de los pasajes por donde paseaba el emperador.

Arnaud (Nuestro próximo entrevistado) medita sobre la filosofía china.
Después marchamos hacia el centro, esta vez un chino nos ofreció su coche particular para llevarnos, por supuesto acordamos el precio antes de salir. Lo fuerte es que estuvimos observando y el coche tenía toda la pinta de ser robado. De hecho, al llegar a la plaza de Tiananmen, nos dijo que salieramos del coche rápido y el tio salió pitando.

Carlos al lado de la tumba de Mao.

La plaza de Tiananmen.

Y por supuesto las tropas del ejército paseandose tranquilamente por la plaza como si nada.

La entrada a la Ciudad Prohibida.