Nos calmamos conforme el temblor va amainando. El agua de la pecera corre por los suelos acercándose a nuestros pies. Siento un fuerte mareo, las manos y mandíbula me tiemblan sin control.
Mi compañero Wada-san es el primero en levantarse, aunque nos seguimos balanceando ya puede mantener el equilibrio. Nos mira con una sonrisa extraña en la cara, alegría de que estamos bien, y nos dice para levantar el ánimo: «¡Necesitamos unas cervezas!». Nos reímos por no llorar, una reacción extraña después del pánico.
Nos empezamos a levantar todos. Volvemos a nuestros puestos de trabajo, miramos por la ventana. Se ve algo de humo cerca de la Torre de Tokio. El sonido de sirenas inunda las calles. Las calles están paradas, la gente está de pie, no camina. Todos los coches están parados. Todavía no somos conscientes de lo grave de la situación.
Miramos los teléfonos móviles, pero no tenemos señal. Utilizamos el wifi de la empresa para ver las noticias, nos enteramos que el origen del terremoto fue en el mar en la zona de Tohoku de magnitud 8.9 (Aunque más tarde se ha confirmado que fue de 9.0). Estamos en alerta de Tsunami en prácticamente todo el país.
El edificio para de moverse, han pasado unos 10 minutos desde que comenzó a temblar.

Varios compañeros de trabajo se ponen a limpiar los destrozos
Los ascensores están parados, bajamos por las escaleras y vemos varias grietas en las paredes.
Por muy bien preparado que esté el edificio para soportar grandes terremotos, ver estas grietas me deja intranquilo. Salimos a la calle, la gente camina con normalidad, los coches vuelven a circular, pasá un camión de bomberos por delante de nosotros.
Al ver que todo vuelve a la «normalidad» nos tranquilizamos un poco y volvemos a subir por las escaleras. ¡Gran error! Nada más llegar a la planta 11, llega una réplica muy fuerte. Otra vez todos al suelo debajo de las mesas, otra vez libros cayendo de las estanterías, otra vez agua saltando de la pecera al suelo, otra vez pánico durante dos largos minutos.
Esta vez lección aprendida, cogemos todos los imprescindible y salimos con paso acelerado, de forma ordenada y manteniendo la calma, esta vez por las escaleras de emergencia y nos refugiamos todos en este pequeño parque:
Me tranquilizo, ya no tiemblo pero siento como mi cuerpo desprende más calor del normal. Tengo sed, mi compañera de trabajo, me ofrece una botella de té que lleva en el bolso.
Las extrañas sonrisas de después del susto empiezan a desaparecer de las caras de todos y se empiezan a convertir en caras de preocupación y tristeza. Todo el mundo intenta contactar con sus familiares con los teléfonos, pero no hay señal.
Mañana más, hasta entonces sigo contándolo en mi twitter @kirai






































